Hace unos días escuché un episodio de The Grey Nato podcast, en donde entrevistaron a Rebecca Struthers, master watchmaker y anticuaria del Reino Unido, quien me pareció muy interesante pero sobretodo se me quedó una frase que dijo en la entrevista:
“I like things that can be repaired”
En el 2019 llegué a una especie de clímax en donde después de muchos años de haber comprado y usado varias bicis, empecé a entretener más la idea de tener una bici “para siempre”, algo no-comercial, algo auténtico, es decir, tener una bicicleta hecha a la medida.
Y como en todos los universos, dentro de este existen varios mundos, por un lado una bici hecha a la medida tradicionalmente es de acero o de titanio, pero también puedes encontrar talleres que trabajan con fibra de carbono. Yo estaba tratando de huir de la fibra de carbono por varias razones, en primera porque existe todo un aura alrededor de las bicis de acero, sobre lo suave que se siente rodar en ellas a comparación de la fibra de carbono que es muy rígida, pero también por todo lo que conlleva el proceso de fabricación, en buena medida te apuntas a ese proceso de igual manera que al resultado final. Otra razón es que la fibra de carbono cuando se rompe digamos en un choque o accidente involuntario, no se puede reparar muy bien, se puede pero comprometes la integridad estructural, en cambio una bici de acero se puede reparar perfectamente. Las bicicletas de fibra de carbono son más propensas a estar dentro de una moda o tendencia que aunque muchas veces es justificada por sus avances en tecnología, aerodinámica y ligereza, la realidad es que no estamos compitiendo para ganar el Giro d’Italia y una bici con geometría más tradicional y quizá no tan aerodinámica pero mucho más cómoda te puede hacer igual de rápido en una carrera o rodada larga. Por último y no menos importante, al final del día y aunque no necesariamente es ecológica, la fabricación de una bici de acero es menos contaminante que la de una bici de fibra de carbono, es sustentable porque la puedes reparar (ya me pasó) y entra dentro de la filosofía de la economía circular.
Los principales talleres que trabajan este tipo de fabricación a la medida normalmente se encuentran en Europa, principalmente en Italia, Inglaterra y algunos en Estados Unidos. Recuerdo leer artículos, reviews y ver videos incansablemente, metido en ese “rabbit hole” de talleres pequeños en pueblos italianos como por ejemplo el de Pegoretti, cuando todavía vivía Darío Pegoretti, en donde aparece como una especie de intelectual/artista consumido por su arte y sus cigarros encadenados, creando más que marcos de bicicleta… obras de arte, literalmente, porque después de armar il telaio (marco o cuadro en italiano) los pintaba a mano con lo que le naciera en el momento, el cliente nunca sabía realmente que combinación de formas y colores le iba a tocar (actualmente los herederos del taller lo siguen haciendo con la misma pasión).
Al final decidí hacer mi bicicleta custom en el taller italiano Stelbel, contracción del nombre Stelio Belletti y que se caracteriza por ser el pionero en el uso para bicicletas de la soldadura a base de Tungsteno conocida como TIG Welding, soldadura utilizada en la industria aeronáutica desde el inicio de los 40’s y donde Stelio, el fundador (quien también falleció hace unos meses a los 91 años) perfeccionó a partir de la experiencia de muchos años trabajando, primero con su padre Antenore Belletti en la industria de la aviación, motociclismo y posteriormente fundando su taller en 1973 para el ciclismo.
El proceso empieza con el “fitting” (en México), llenando una hoja de papel con el diagrama de un cuadro de bicicleta proporcionado por Stelbel en donde determinas la geometría en base a tus medidas corporales, ergonomía e intención del cuadro; es decir si la vas a usar más para escalar o para rodar en plano, la decisión de colores, textos, grupo, ruedas y todos los componentes. Luego se manda a Italia y se procesa la información.
Después de varias idas y vueltas con preguntas y ajustes por parte de los “maestros” y del cliente, se firma la hoja de papel y comienza el proceso de fabricación, que normalmente va de 6 meses a 1 año. La parte más divertida de este proceso fue cuando pedí que las partes pintadas de la bici (porque quise dejar expuesto el acero inoxidable XCr de Columbus) fueran de color Indigo, que como dato interesante en México el color Añil tiene la misma frecuencia de color que el Indigo, es decir son el mismo color. Los italianos primero me dijeron que estaba loco, que es un color muy difícil de hacer… pero después de algunas semanas se animaron y como buenos artesanos y maestros que son… lograron dar con al color.
Lo importante de esta historia no es mi bicicleta si no todo el proceso, el contacto humano, las pláticas e intercambio de ideas con las personas involucradas para hacerlo posible, los momentos de mediciones y precisión, el intercambio de correos con la gente de Stelbel, las pruebas de color, pensar en las palabras que irían grabadas para siempre en el cuadro de acero, la espera y el soñar con el momento de usarla por primera vez, todo un Slow Space y algo de Slow Productivity también.
Ésta es una de esas estrategias humanas a las que me refería en mi artículo anterior, esto no tuvo nada que ver con una compra impulsiva en una tienda física o digital que vende productos en serie fabricados en China o Taiwan, esto tiene que ver más con una decisión de consumo pensada por años, diseñada en mi mente, imaginada y re imaginada, en donde se involucra a personas y pequeñas tiendas locales de mi ciudad que viven de atender proyectos de clientes como yo, tiene que ver con el empleo de artistas y artesanos en otro lugar del mundo, en donde la manufactura de alta calidad es lo importante antes que el negocio, para al final tener algo que idealmente puedes disfrutar toda tu vida y que puede contar historias interminables de estar en el exterior, en las montañas y carreteras, de experimentar paisajes increíbles, momentos con amigos y por supuesto abonar a la salud en general.
Hoy tengo solamente una bici de ruta. Me encanta verla, usarla y contar su historia.
H.